EL PENE Y LA SEXUALIDAD MASCULINA
Juan Fernando González G.
Objeto de preocupación constante, bromas sexistas y especulaciones sobre su tamaño, el pene es el órgano en torno al cual gira la sexualidad masculina, misma que debería traspasar los umbrales de la genitalidad para descubrirse en toda su plenitud.
La sexualidad humana, tan natural como la vida misma, ha sido despreciada a través de la historia. Hoy, en pleno siglo XXI, se viven verdaderas cruzadas en torno a este tema pues los sectores más conservadores apuestan por “guardar bajo llave” cualquier intento de debate serio, mientras que los liberales empujan para obtener una libertad plena que les permita hablar y disfrutar de su sexualidad a cielo abierto.
Dentro de este marco, uno de los protagonistas de la historia es el pene, órgano al que desde la más tierna infancia se le observa como el centro de la sexualidad y que, dicen muchos de los sexólogos, debería pasar a segundo término en las lides amatorias.
¿Existe el pene perfecto?
Es posible que la reverencia de la sociedad hacia el órgano sexual masculino haya iniciado cuando se observó que un solo varón era capaz de embarazar a varias mujeres. Así quedo plasmado en muchas pinturas rupestres, las cuales hacen clara referencia a la supuesta supremacía del órgano viril sobre el femenino.
Hoy, en pleno siglo XXI, el pene se ve más como un símbolo de placer que como uno de fecundación, y esto se ha hecho más notorio debido a la incursión en años recientes de dos temas de debate público: la disfunción eréctil (incapacidad para mantener una erección) y la eyaculación precoz, es decir, las disfunciones sexuales masculinas más frecuentes y que, dicho sea de paso, también repercuten en el bienestar de su contraparte.
En fin, que todo esto nos lleva a preguntarnos de dónde provienen los modelos o estereotipos acerca del funcionamiento ideal de este órgano y, más aún, si es posible hablar de un pene perfecto.
Algunos investigadores concluyen que todo se debe a la falsa percepción de que la mayoría de los varones posee un pene grande, ancho y que puede permanecer erecto el tiempo que se quiera, a semejanza de lo que difunden las películas pornográficas. La realidad es muy distinta, y pensar que los actores de dichos filmes representan la media de la población es absurdo. Sería tanto como creer que la mayoría de los hombres tiene la estatura de los jugadores de basquetbol.
Es una realidad que el anhelo de formar parte de esa “comunidad exclusiva” que alcanza proporciones extraordinarias se mantiene en el subconsciente y se manifiesta a cada momento. No obstante, hay que reconocer que cada vez existen más hombres que desean que se les reconozca por ser poseedores de otros atributos, los cuales, aunque viriles, no se relacionan directamente con los genitales. Ello, sin duda, representa un avance importante.
Un poco de Biología
El pene tiene tres funciones principales: orinar, procrear y brindar placer. Si hablamos de la primera, hay que decir que el pene es el conducto que permite expulsar la orina que se origina en la vejiga. El fluido amarillo contiene urea, una excelente fuente de nitrógeno para las plantas y un acelerador para la fabricación de abono; está libre de gérmenes y es completamente estéril cuando sale del cuerpo.
En relación con la procreación, resulta evidente la función que tiene el pene, pues si no hay espermatozoides no hay vida. Un dato interesante: un hombre habrá expulsado aproximadamente entre 30 y 50 litros de semen al llegar a los 60 años, lo que significa entre 350 y 500 mil millones de espermatozoides.
Si bien es cierto que el hombre puede tener una erección en forma súbita y sin que exista una motivación sexual, como ocurre mientras se duerme, en forma general se requiere de la libido (deseo sexual), adecuada circulación sanguínea y estructura nerviosa en buen funcionamiento.
Hasta hace poco la mayoría de los especialistas en sexualidad afirmaban que el estado emocional del varón era fundamental para el funcionamiento o desempeño del pene, pero ahora hay muchos expertos que le dan mayor relevancia a los aspectos biológicos.
Es por ello que desde hace poco más de una década existen medicamentos contra la disfuncion eréctil que promueven que la sangre se agolpe en las estructuras nerviosas que circundan la zona genital masculina, lo que permite tener una erección firme y duradera. También hay que citar los recientes lanzamientos de fármacos que retrasan la eyaculación precoz, mismos que actúan en la zona cerebral donde se produce gran parte de la excitación sexual masculina.
Sexualidad genitalizada
La psicóloga Carolina Farías y la maestra Patricia Piriz, autoras del libro ¿La masculinidad en crisis o la crisis de los estereotipos dominantes de varones?, afirman que la sexualidad masculina está totalmente genitalizada, puesto que el pene aparece como instrumento único de placer sin considerar el resto del cuerpo. No en balde, muchos hombres entienden por sexualidad únicamente el acto de pene-trar y eyacular.
El erotismo de los varones se concentra en el pene, privilegiando la penetración por encima de cualquier otra práctica erótica, lo que marca una “cultura coitocéntrica”. Un hombre “es” cuando su pene está erecto, y por ello cualquier dificultad con este órgano es fuente de profunda humillación y desesperación, afirman las investigadoras.
“Los órganos sexuales del varón son objeto de una valoración obsesiva, 'tenerlo o no tenerlo' parece ser la nueva versión del to be or not to be de Shakespeare”. Así, el hombre “no es” si no lo tiene, aunque olvida que la mujer “es”, sin tenerlo. Al varón se le asigna dar placer múltiple a su pareja sexual, pero “¿cómo hacerlo si no reconoce el placer en él mismo? ¿Cómo hacerlo si nunca se han adentrado en su cuerpo, en su piel y en su capacidad de sentir placer algo más allá de lo genital?”, se preguntan las analistas.
¿Y el tamaño?
La mayoría de los hombres considera que su pene es pequeño en relación con el de los demás, pero hay que tomar en cuenta que pocas veces se tiene la oportunidad de comparar el propio con otros, a pesar de que se pueda asistir a un club deportivo donde haya que ducharse en regaderas abiertas, o si se le echa un ojo al vecino cuando se usa a un baño público.
Los especialistas establecen que la mayoría de los varones tienen un pene normal y bastante parecido al de los demás. Hablamos de entre 13 y 15 centímetros, aunque es verdad que hay ciertas variaciones que dependen del grupo racial al que se pertenezca. Como quiera que sea, esta longitud es la suficiente para que la labor erótica y sexual se desarrolle a plenitud.
Finalmente, cabe destacar que muchas mujeres, dicen los sexólogos, prefieren un pene largo porque creen que el tamaño determina la eficacia y el placer que sentirán durante el coito. La verdad es que piensan así porque sus parejas no son lo suficientemente hábiles para hacerles el amor, comentan, y no se atreven a reconocerlo.
Juan Fernando González G.
Objeto de preocupación constante, bromas sexistas y especulaciones sobre su tamaño, el pene es el órgano en torno al cual gira la sexualidad masculina, misma que debería traspasar los umbrales de la genitalidad para descubrirse en toda su plenitud.
La sexualidad humana, tan natural como la vida misma, ha sido despreciada a través de la historia. Hoy, en pleno siglo XXI, se viven verdaderas cruzadas en torno a este tema pues los sectores más conservadores apuestan por “guardar bajo llave” cualquier intento de debate serio, mientras que los liberales empujan para obtener una libertad plena que les permita hablar y disfrutar de su sexualidad a cielo abierto.
Dentro de este marco, uno de los protagonistas de la historia es el pene, órgano al que desde la más tierna infancia se le observa como el centro de la sexualidad y que, dicen muchos de los sexólogos, debería pasar a segundo término en las lides amatorias.
¿Existe el pene perfecto?
Es posible que la reverencia de la sociedad hacia el órgano sexual masculino haya iniciado cuando se observó que un solo varón era capaz de embarazar a varias mujeres. Así quedo plasmado en muchas pinturas rupestres, las cuales hacen clara referencia a la supuesta supremacía del órgano viril sobre el femenino.
Hoy, en pleno siglo XXI, el pene se ve más como un símbolo de placer que como uno de fecundación, y esto se ha hecho más notorio debido a la incursión en años recientes de dos temas de debate público: la disfunción eréctil (incapacidad para mantener una erección) y la eyaculación precoz, es decir, las disfunciones sexuales masculinas más frecuentes y que, dicho sea de paso, también repercuten en el bienestar de su contraparte.
En fin, que todo esto nos lleva a preguntarnos de dónde provienen los modelos o estereotipos acerca del funcionamiento ideal de este órgano y, más aún, si es posible hablar de un pene perfecto.
Algunos investigadores concluyen que todo se debe a la falsa percepción de que la mayoría de los varones posee un pene grande, ancho y que puede permanecer erecto el tiempo que se quiera, a semejanza de lo que difunden las películas pornográficas. La realidad es muy distinta, y pensar que los actores de dichos filmes representan la media de la población es absurdo. Sería tanto como creer que la mayoría de los hombres tiene la estatura de los jugadores de basquetbol.
Es una realidad que el anhelo de formar parte de esa “comunidad exclusiva” que alcanza proporciones extraordinarias se mantiene en el subconsciente y se manifiesta a cada momento. No obstante, hay que reconocer que cada vez existen más hombres que desean que se les reconozca por ser poseedores de otros atributos, los cuales, aunque viriles, no se relacionan directamente con los genitales. Ello, sin duda, representa un avance importante.
Un poco de Biología
El pene tiene tres funciones principales: orinar, procrear y brindar placer. Si hablamos de la primera, hay que decir que el pene es el conducto que permite expulsar la orina que se origina en la vejiga. El fluido amarillo contiene urea, una excelente fuente de nitrógeno para las plantas y un acelerador para la fabricación de abono; está libre de gérmenes y es completamente estéril cuando sale del cuerpo.
En relación con la procreación, resulta evidente la función que tiene el pene, pues si no hay espermatozoides no hay vida. Un dato interesante: un hombre habrá expulsado aproximadamente entre 30 y 50 litros de semen al llegar a los 60 años, lo que significa entre 350 y 500 mil millones de espermatozoides.
Si bien es cierto que el hombre puede tener una erección en forma súbita y sin que exista una motivación sexual, como ocurre mientras se duerme, en forma general se requiere de la libido (deseo sexual), adecuada circulación sanguínea y estructura nerviosa en buen funcionamiento.
Hasta hace poco la mayoría de los especialistas en sexualidad afirmaban que el estado emocional del varón era fundamental para el funcionamiento o desempeño del pene, pero ahora hay muchos expertos que le dan mayor relevancia a los aspectos biológicos.
Es por ello que desde hace poco más de una década existen medicamentos contra la disfuncion eréctil que promueven que la sangre se agolpe en las estructuras nerviosas que circundan la zona genital masculina, lo que permite tener una erección firme y duradera. También hay que citar los recientes lanzamientos de fármacos que retrasan la eyaculación precoz, mismos que actúan en la zona cerebral donde se produce gran parte de la excitación sexual masculina.
Sexualidad genitalizada
La psicóloga Carolina Farías y la maestra Patricia Piriz, autoras del libro ¿La masculinidad en crisis o la crisis de los estereotipos dominantes de varones?, afirman que la sexualidad masculina está totalmente genitalizada, puesto que el pene aparece como instrumento único de placer sin considerar el resto del cuerpo. No en balde, muchos hombres entienden por sexualidad únicamente el acto de pene-trar y eyacular.
El erotismo de los varones se concentra en el pene, privilegiando la penetración por encima de cualquier otra práctica erótica, lo que marca una “cultura coitocéntrica”. Un hombre “es” cuando su pene está erecto, y por ello cualquier dificultad con este órgano es fuente de profunda humillación y desesperación, afirman las investigadoras.
“Los órganos sexuales del varón son objeto de una valoración obsesiva, 'tenerlo o no tenerlo' parece ser la nueva versión del to be or not to be de Shakespeare”. Así, el hombre “no es” si no lo tiene, aunque olvida que la mujer “es”, sin tenerlo. Al varón se le asigna dar placer múltiple a su pareja sexual, pero “¿cómo hacerlo si no reconoce el placer en él mismo? ¿Cómo hacerlo si nunca se han adentrado en su cuerpo, en su piel y en su capacidad de sentir placer algo más allá de lo genital?”, se preguntan las analistas.
¿Y el tamaño?
La mayoría de los hombres considera que su pene es pequeño en relación con el de los demás, pero hay que tomar en cuenta que pocas veces se tiene la oportunidad de comparar el propio con otros, a pesar de que se pueda asistir a un club deportivo donde haya que ducharse en regaderas abiertas, o si se le echa un ojo al vecino cuando se usa a un baño público.
Los especialistas establecen que la mayoría de los varones tienen un pene normal y bastante parecido al de los demás. Hablamos de entre 13 y 15 centímetros, aunque es verdad que hay ciertas variaciones que dependen del grupo racial al que se pertenezca. Como quiera que sea, esta longitud es la suficiente para que la labor erótica y sexual se desarrolle a plenitud.
Finalmente, cabe destacar que muchas mujeres, dicen los sexólogos, prefieren un pene largo porque creen que el tamaño determina la eficacia y el placer que sentirán durante el coito. La verdad es que piensan así porque sus parejas no son lo suficientemente hábiles para hacerles el amor, comentan, y no se atreven a reconocerlo.