Pacquiao: Ferocidad pura

Pacquiao: Ferocidad pura

Francisco Jarquín Soto
¿Querían pegada, contundencia, agresividad, velocidad, dominio arrollador de principio a fin sobre su rival? Nadie sabe hacer mejor las cosas sobre el ring como Manny “Pac-Man” Pacquiao, quien dejó con la boca abierta a los que creían que la pegada y la ventaja de peso de Miguel Cotto frenarían al hombre más letal del boxeo actual.


El filipino le propinó una paliza escandalosa a Cotto anoche en el GMG de Las Vegas. Lo humilló, jugó con él, le dio cátedra de pegada, de garra, le quitó el título de las 145 libras de la OMB, y si le quedaba orgullo, también se lo arrebató, propinándole nocaut técnico en 12 asaltos.

Cotto terminó con el rostro ensangrentado, pómulos abollados, y marcada frustración por la tunda recibida. Parecía un hombre que había sido demolido por una máquina inmisericorde de tirar golpes.

Eso fue Pacquiao, una máquina demoledora. Combinó velocidad con pegada inmisericorde con las dos manos, y dejaba aturdido a su rival, tan perdido que no pudo ripostar.

El primer asalto fue de estudio, conservador de parte de los dos púgiles, pero aun así el filipino sacó los mejores golpes.

A partir del segundo, Pacquiao se transformó en una fiera. Se desbordó en velocidad, conectando con efectividad una izquierda larga y ganchos en cortos al rostro de su rival, moviéndose hacia su izquierda.

¿Dónde estaba la pegada de Cotto? ¿Dónde quedó la ventaja de peso que le daría al boricua más presencia con sus golpes?

El filipino mandó a la lona en el tercer asalto a Cotto con una izquierda al rostro, encontrándolo un poco desequilibrado. La historia se repitió en el cuarto, todavía con una caída más dramática. El boricua recibió otra izquierda al mentón que lo sacó de paso de su vertical, y se fue a la lona.

Cotto lucía cada vez más lento, perdido ante la velocidad de puños y movilidad en el ring de parte de Pacquiao, quien por ratos se detenía con las manos en su rostro para recibir algunas “estocadas” de su rival. Ésa era su estrategia, cansarlo, y apretar el acelerador, y le resultó.

Conforme pasaron los rounds, todo parecía escrito. El boricua recibiendo muchos golpes, era estremecido continuamente. Y sólo en el séptimo asalto dio alguna señal de luz al final del túnel.

¿Cómo? Bailoteando, tirando golpes sorpresivos, yendo hacia delante con más rapidez. Fue el único instante que parecía que podría sacar un poco de ritmo a Pacquiao, pero era demasiado tarde como para revertir la historia.

Los rounds finales del combate decían a gritos que la paliza no debía seguir. A pesar de que Cotto trató de mantenerse, moviéndose con la punta de los pies, tratando de evitar el castigo, nada podía hacer. El réferi detuvo la pelea y Pacquiao tejió su proeza, propinando una paliza como pocas, y ratificándose como el mejor libra por libra del mundo. El rey mostró la grandeza de su trono.