Alimentos milagrosos
Alberto Ugalde
Jueves 12 de noviembre de 2009, por Daniela HerreroLas fórmulas “extraordinarias” de alimentos como yogures con probióticos que alivian de infecciones, cereales que reducen de peso y a la vez “vitaminan”, o mantequillas y panes sin colesterol, son afirmaciones que cunden en la industria de alimentos pero que no lo pueden comprobar porque no cuentan con sustento científico.
En tanto que en la industria farmacéutica se ha alcanzado un estatus notable de seguridad, comprobación y bases científicas en sus productos innovadores; la industria de alimentos procesados cada vez se acerca más a la charlatanería y a quererle ver la cara de incauto o ignorante al público consumidor.
De acuerdo a un reporte de la agencia Economist Intelligence Unit (EIU), este fenómeno que en México salta a cada momento en la televisión y en las estanterías de los comercios; en otras partes del mundo, incluidos los países desarrollados, también es un asunto que urge de atención prioritaria para resolver muchos problemas de salud pública.
Por ejemplo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria ha ordenado a empresas que sustenten con estudios científicos sus afirmaciones sobre beneficios nutricionales y de salud.
Entre cientos de pruebas que se han empezado hacer, sin que para las empresas sea realmente urgente dar a conocer los resultados, “se ha concluido que no hay evidencia para sostener que el cacao seco contribuye a bajar de peso, que la quinoa hace crecer el cabello y que la alcachofa de Jerusalén sana el intestino”.
En el deseo de defender sus marcas, la industria se queja porque en el caso europeo aduce que se trata de “reglas excesivas”, y alegan que tienen la razón debido a que algunas de sus aseveraciones datan de décadas y ya son toda una tradición.
En todo caso, lo que si está comprobado es que unas cuantas raciones de vegetales hacen más bien que cualquier yogur probiótico, y en tanto la agencia sanitaria de Estados Unidos, la FDA, ha propuesto normas que obligarán a la industria a publicar todos los componentes esenciales de sus productos al frente de sus paquetes, esto los obligará a no callar “sobre grasas, azúcares y sales” que dañan la salud.
Si esto lo trasladamos a lo que sucede en México, donde enfermedades como la diabetes o la hipertensión arterial son atribuidas al alto consumo estos alimentos, el asunto en materia de regularlos como ha dispuesto la FDA, no aparece ni en sueños.
De hecho, en refrescos, panecillos o galletas horneadas y hasta en frituras de harina, en las envolturas se destaca que son alimentos libres de colesterol, lo que viene a ser hasta una burla para el consumidor porque el colesterol sólo está presente en alimentos de origen animal.
Si en la “información nutrimental” los panecillos o galletas horneadas dicen que están hechas con aceite vegetal, es ilógico que contengan colesterol, pero no obstante con eso llegan al punto de que en el frente del paquete se dicen libres de grasas o ácidos trans.
Esto que no puede ser comprobable porque no hay una regulación que norme su forma de fabricarlos, pero que en cambio si sea todo lo contrario, como están hechos con aceite vegetal, margarina en todos los casos por su bajo precio; dichos productos al ingresar al aparato digestivo, por la química de la digestión al ser absorbidos se quedan en el cuerpo como grasas saturadas, y por su origen de aceite vegetal, “son de las grasas más difíciles de disolver y causantes de obesidad”, afirma la nutrióloga Rosa María Espinosa.
Por eso, concluye el reporte de la EIU, “si la industria de alimentos quiere hacer promesas de salud semejantes a las de las farmacéuticas, deben someterse a un escrutinio similar. Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”.