Si vas por un camino fangoso y das un traspié y caes al fango, de seguro que no culpas al fango, ni a la lluvia que provoco el légamo, no te quedas allí, lamentándote por haberte caído y por haberse enlodado tu ropa. No, te levantas vas a tu casa, te bañas y metes a lavar tu ropa. Entonces, ¿por qué en ocasiones no hacemos lo mismo en la vida? Es decir, no podemos ir por la vida culpando a los demás por alguna situación en que estemos. Tampoco podemos pensar que esa equis situación es un castigo. Tienes que saber que lo que nos sucede es consecuencia de nuestras decisiones y de nuestros errores. No nos hagamos la victima. Aprenda a levantarse, a cambiar de camino y no a echarle la culpa a alguien, porque eso es lo más fácil. Si perdiste a la pareja que considerabas ideal, al amor que era lo máximo, es hora ya de que dejes de lamentarte porque ya no está contigo. Tú vida continua, no se ha detenido, no estás muerto o muerta. Tienes que levantarte y lavar las prendas de tu alma, tienes que seguir sembrando amor y sinceridad, porque eso es lo que al final de la vida vas a dejar para los demás. ¿Cómo quieres que te recuerden? ¿Qué ejemplo quieres dejar a tus hijos? ¿Qué libro te gustaría mostrar a los demás de tu vida? Ten fe siempre en ti. Ten fe en tus decisiones. Ten fe en tu familia. Ten fe en Dios y sigue adelante. Dentro de ti hay un espíritu capaz de alcanzar las estrellas. Aprende a hacer ejercicios espirituales en el gimnasio de tu alma y todo te será cada día mejor.